EL FUNCIONAMIENTO INTELECTUAL LIMITADO Y NECESIDADES DE APOYO INTERMITENTE
El funcionamiento intelectual de cada persona está determinado por causas diversas, y por tanto, conforma perfiles cognitivos muy diferentes atendiendo a la individualidad humana.
La inteligencia es la capacidad de pensar, entender, asimilar, elaborar información y utilizarla para resolver problemas. Es un concepto aún sin definir que en su momento estuvo relacionado al “cociente intelectual”.
El término “cociente intelectual” se estableció a principios del siglo XX, atendiendo a unos test estandarizados y unos resultados relacionados con el valor medio identificado en las competencias sociales de la población de ese momento y se asignó una puntuación típica a partir de la cual se graduaba la inteligencia. Históricamente se ha considerado que las personas cuyo cociente intelectual es inferior a 75/80 tienen funcionamiento intelectual limitado.
Hoy en día hemos abandonado esta visión tradicional y obsoleta por un enfoque multidimensional donde cobran importancia las limitaciones significativas en la conducta adaptativa (“Conjunto de habilidades conceptuales, sociales y prácticas que han sido aprendidas por las personas para funcionar en su vida diaria” Luckasson), es decir, nos centramos en conocer las dificultades que afectan al grado de socialización y de manejo en el entorno de la persona.
Por lo tanto, los conceptos “discapacidad intelectual” e “inteligencia límite” no responden en sí mismos a un diagnóstico, sino a una característica del mismo que estará compuesto en efecto, de la valoración del funcionamiento intelectual en relación a la sociedad actual pero también de la evaluación de las habilidades adaptativas: la comunicación, su afectividad, el desempeño en las actividades de la vida diaria, el disfrute del tiempo libre, los conocimientos académicos, su desarrollo en la comunidad, etc… cuestiones que nos permiten determinar las necesidades de apoyo.
Esta visión global de la persona nos permite conocer sus necesidades y capacidades a partir de las cuales definimos los apoyos justos y adecuados que requiere para ser protagonista de su vida y percibirla con calidad y hacerlo, además, desde un punto de vista dinámico pues sus condiciones irán variando con el paso de los años.
En España se estima que tienen funcionamiento intelectual limitado y necesidades de apoyo intermitente (no permanentes en tiempo ni espacio) un 1% de la población, entre 400.000 y 600.000 personas.
Son personas que pueden llevar una vida autónoma y tomar sus propias decisiones si cuentan con una red de apoyo adecuada, sin embargo, se trata de una discapacidad que genera un grave riesgo de exclusión social por los siguientes motivos:
• La difícil identificación pues al no presentar rasgos físicos o conductas específicas, suele retrasarse el diagnóstico hasta que las dificultades en el aprendizaje son excesivas en relación a otros niños y niñas de su edad, durante la adolescencia.
• La mayor prevalencia de desarrollar una enfermedad mental asociada a la dificultad de aceptarse a sí mismos.
• El aislamiento social derivado de la falta de atención profesional cualificada.
• El estrés familiar, especialmente del cuidador principal que suele ser la madre, al carecer de orientación y apoyos en la atención a su hijo o hija con necesidades diferentes que puede derivar en situaciones de sobre protección.
• El desconocimiento social de esta discapacidad